Si te atreves a temblar de frío por unos segundos en la ducha, sería grandioso, pero si no quieres pasar por ese momento traumático, empieza con agua tibia y poco a poco vas bajando la temperatura. Estudios han demostrado que esta práctica del uso del agua fría trae consigo muchos beneficios que mejoran el aspecto de la piel.
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Una ducha fría ayuda a bajar la inflamación en el contorno de los ojos, activa la circulación, tonifica y reafirma la piel, despeja y activa la mente, incrementa la oxigenación y acelera el metabolismo.