La pandemia del Covid-19 en todo el mundo ha llevado a las personas a tomar medidas que les faciliten tener una mejor armonía consigo mismo y con el entorno. Algunos tienen la dicha de estar con su familia, otros deben enfrentar el aislamiento en la mas absoluta soledad.
Desafortunadamente muchos ya empiezan a sentir los efectos en la salud mental y física tambien; se ha disparado el estrés, el aburrimiento, el insomnio, tristeza, ansiedad por comer mucho o inclusive la falta de apetito.
Sin embargo, hay personas que eligen la soledad desde hace mucho tiempo. El de David Glasheen es un ejemplo extremo, pero puede servir para entender cómo se hace para vivir aislado.
Glasheen era un exitoso corredor de bolsa australiano, pero con la crisis financiera de 1987 perdió una fortuna de casi 10 millones de dólares y quedó en la ruina. Tras vivir una década en la pobreza, en 1997 emprendió un proyecto impensable para muchos: radicarse en una isla desierta.
El lugar elegido fue la deshabitada Isla de la Restauración, en el Parque Nacional Ma’alpiku, ubicado en el estado de Queensland, en el noreste de Australia y a pocos kilómetros de Papúa Nueva Guinea. Con la promesa de desarrollar un polo turístico que nunca se materializó, Glasheen consiguió que le concedieran un tercio de la isla, y allí vive desde hace 23 años.
El náufrago por elección construyó una precaria cabaña, que ahora cuenta con paneles solares con los que genera la energía suficiente para conectarse a internet. Además armó su propia huerta, donde cultiva frutas y verduras para consumo personal, y hasta elabora su propia cerveza. Claro, también tiene una embarcación con la que va al continente al menos una vez por año a comprar provisiones.
SI bien recibe la visita de algunos turistas que se alojan con él, lo cual le permite ganar algunos dólares para satisfacer algunas de sus necesidades materiales, ese es todo el contacto humano que tiene. Eso lo llevó a desarrollar ciertas estrategias para afrontar el aislamiento. Algunas son ciertamente extravagantes.
Para empezar, tiene un perro, Zeddi, sin dudas su compañía más importante. Pero como eso no era suficiente, Glasheen sintió la necesidad de incorporar otro tipo de acompañantes. Así fue como compró dos maniquíes femeninos a los que vistió de cuerpo entero y bautizó Miranda y Phyllis.
Por supuesto, internet le permite tener contacto a distancia con personas reales. De hecho, desde hace años busca pareja a través de sitios de citas, pero, por ahora, sin éxito. No ha encontrado ninguna mujer dispuesta a ir a la isla para conocerlo y entablar una relación.