La población mundial aumenta constantemente, mientras que los alimentos escasean cada vez más. Si no se emprenden importantes medidas en materia de innovación, es probable que la demanda de alimentos llegue a superar la oferta. La agricultura vertical, la agricultura urbana, unas cosechadoras que son laboratorios de análisis sobre ruedas y, por último, pero no menos importante, el smartphone son los conceptos en los que se depositan las esperanzas de la agricultura del futuro.
Los años de abundancia y de graneros rebosantes han pasado a la historia. Las reservas mundiales de grano, el indicador fundamental de la capacidad que tiene el planeta de alimentarse a sí mismo, han menguado de forma alarmante en los últimos diez años. La cantidad de maíz, trigo y arroz almacenados en 2013 habría bastado solo para suplir la demanda global durante 76 días; hace diez años, esa cifra ascendía a 107 días.
El cambio climático, la escasez de agua, la erosión del suelo y el aumento de la población son los motivos de que cada vez sea más difícil cultivar suficiente comida para todos. La agricultura está pasando a convertirse en un sector clave del siglo XXI. Según nos alerta Lester R. Brown en su libro Full Planet, Empty Plates (“Planeta lleno, platos vacíos”), la llegada de una nueva era de precios desmesurados y hambrunas descontroladas es inminente. El fundador y presidente del Earth Policy Institute, con sede en Washington, D.C., es uno de los grandes pioneros en ecologismo. “Los alimentos son el nuevo petróleo, la tierra es el nuevo oro”, opina Brown, que también identifica el surgimiento de una geopolítica de los alimentos, en la cual los países pelearán como puedan para proteger sus propios intereses individuales.